Introducción

Y no ha muerto, el teatro, porque es tan inmortal como la raza humana

Lo realista contra lo idealista, la utopía contra la realidad. ¿Qué buscamos, qué deseamos, qué anhelamos los humanos? Le asistirá la razón al gran poeta Nezahualcóyotl cuando afirmaba que sólo venimos a soñar, sólo venimos a sufrir. No es verdad, no es verdad que venimos a vivir en la tierra.

¿Con qué he de irme? ¿Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra? ¿Cómo ha de actuar mi corazón? ¿Acaso en vano venimos a vivir, a brotar sobre la tierra? Dejemos al menos flores Dejemos al menos cantos.

Dejemos al menos flores, dejemos al menos cantos… Nunca como en estos tiempos habíamos vivido la diversidad tan palpable, nunca habíamos sido tan policromos, polisémicos, como ahora. Tierra fértil para que la loca de la casa se dé vuelo, haciendo lo que más le gusta: crear, imaginar, construir mundos. La pluralidad es idónea para la creación.

El arte siempre ha sido punta de lanza. El arte es búsqueda; existe justamente buscando eso que no tenemos, eso que sabemos está por allí pero no lo alcanzamos. El arte amplía horizontes. Al igual que la ciencia, rompe paradigmas, construye nuevas formas de ser. Bienvenida, pues, esa diversidad maravillosa que siempre ha existido pero que hoy se manifiesta en plenitud.

Vivimos, los mexicanos, época de cambios. No es poca cosa que la esperanza vuelva; no es poca cosa que se pueda creer en forjar un futuro, allí donde no había sino desesperanza. Ojo, mientras mayor es la expectativa, mayor es el desencanto, dice la experiencia. Sin embargo, aportando todos, contribuyendo con lo nuestro, podemos acercarnos a nuestro objeto de vida.

A nivel planeta, se nos derrumba el mundo, el real, el de a de veras, se nos deshace en nuestras manos y nada hacemos por evitarlo. Nos queda poco, muy poco, de vida aquí y aún no podemos migrar a otro planeta o a otra galaxia. No estamos en tiempo para huir. Tenemos la obligación –más allá de lo moral – de construir mundos habitables. Tenemos, los creadores, que dirigir la vista hacia ese mundo – físico, económico, legislativo y demás – que se nos escurre.

El arte ha sido, es y seguramente será, una herramienta de concientización, una ventana que abre la posibilidad de otros horizontes. El arte amplía nuestra perspectiva del mundo, busca el sueño de siempre: armonía, igualdad, equilibrio.

Y desde la trinchera del arte, del teatro, buscamos salidas posibles, probables; enfrentamos los monstruos personales y públicos (los de a de veras y los construidos); cazamos, somos cazados; nos destruimos, nos reconstruimos; volamos, caemos. Experimentamos siempre, buscamos siempre, tropezamos siempre. Alguna vez, de vez en cuando alguna vez y por un instante, sabemos de certezas que pronto vuelven a ser dudas en este mundo siempre en movimiento. Los paradigmas, entonces, cambian; los objetivos, por lo tanto, cambian. Las realidades se transforman y volvemos, siempre, a empezar con las preguntas de siempre, siempre contestadas, nunca resueltas.

Dejemos al menos flores, dejemos al menos cantos.